Entradas

Mi querido abuelo.

Hay fechas que no se olvidan, aunque el calendario cambie y los años pasen. Como mencioné en la entrada   La Cara de la Luna , el 11 es un número maestro. Además, para mí, tiene un significado especial: me recuerda a mi abuelo. Él nació, un día como hoy de 1925 — 11 de agosto —, lo ingresaron en el hospital el 11 de enero y su alma se despidió de esta vida un 11 de febrero. Mi abuelo era pan bendito. No tuve la fortuna de disfrutarlo en plenas facultades, pues sufrió Alzheimer a edad temprana; aunque los recuerdos que atesoro de él son los de una bella persona por dentro y por fuera, llena de luz. Pienso que era un alma libre, encerrada, y que tenía un rasgo que definía su carácter: era incapaz de decir que no. Esa tendencia, como herencia invisible, pasó a sus hijas —ya saben, de tal palo, tal astilla— y, en especial, a mi madre, una mujer que vive por y para los demás. Desde una perspectiva angelical, es admirable; desde la real, es insostenible agradar a todos. Dijo Jesús: “ Ama...

Toda realidad puede ser transformada y toda vibración elevada.

En mi entrada anterior, les adelanté que hablaría sobre la vibración; y quiero abrir esa puerta… aunque solo será una introducción. He pasado unos días en la montaña. Me gusta ir a un lugar en particular, donde duermo a la intemperie y me fundo con la naturaleza. Allí, sin paredes ni techos, con los pies descalzos sobre la tierra, conecto con mi alma. Después de más de 100 horas sin hablar con nadie que no fuera mi perro, entregada por completo a la observación y al silencio, he vuelto sin el ruido con el que me fui... y en alta vibración. Quizá hayan oído hablar del hombre más feliz del mundo: Matthieu Ricard. Además de monje tibetano y escritor, también fue científico. Participó en estudios de neurociencia afectiva que buscaban medir los efectos de la meditación en el cerebro. Lo que descubrieron fue sorprendente: Su actividad cerebral mostraba niveles excepcionalmente altos de ondas gamma, asociadas con la conciencia, la atención, el aprendizaje y la memoria. Además, mostró una desa...

25/7/25: Agenda vacía. Luna sonriente.

Siento una profunda liberación desde que decidí aplicar “Contactos Cero” —una forma de cortar vínculos que drenan o ya no aportan—. Como saben, no tengo redes sociales —ni las echo de menos—, lo cual no ayuda si quiero dar un mensaje al mundo. Así que mi única conexión “material” es la agenda del móvil. Curiosamente, cuanto menos (por no decir nada) en línea estoy, más conectada me siento conmigo misma y, paradójicamente, con lo que me rodea: la naturaleza (animales, plantas...) y con las personas, de una forma más sutil. A veces tengo la sensación de saber cuándo alguien va a llamarme, o incluso creo escuchar el teléfono antes de que suene. Me despierto a la hora sin necesidad de alarma… Y aunque no sepa explicarlo con exactitud, es una experiencia que reconozco y avalo desde mi vida cotidiana. Notaba que mi “mochila” pesaba más de la cuenta, y que ese peso no me correspondía. Y un buen día, inspirada y decidida, formateé el móvil. Sin rabia ni drama. Solo paz, y a empezar desde cero....

La cara de la luna.

Anoche, mientras paseaba con mi perrico que tanto quiero —y como acostumbro mirando la luna— recordé algo que me dijo un día mi querida amiga Vero: “Cuando la luna está llena se le puede ver una cara… y nadie ve la misma. Yo la veo feliz, ¿y tú?" Me gusta encontrar sentido a lo que no entiendo, así que investigué y comprobé que mi amiga tenía razón: es una ilusión óptica causada por las manchas claras y oscuras de la superficie lunar, que nuestro cerebro interpreta como rasgos faciales. Lo curioso es que cada uno ve una cara distinta. Yo, por ejemplo, durante mucho tiempo no veía nada o veía una cara triste. Algunas noches, hablando con Vero, le decía: “Hoy la luna tiene una cara amarga”. Y ella me respondía: “Pues la mía está alegre”. Les cuento esto porque, aunque mirábamos la misma luna (en el mismo momento) veíamos cosas diferentes.  Así es la realidad: un reflejo de lo que cada uno lleva dentro. Hoy puedo decir que, después de mucho trabajo personal, hace tiempo que veo sonri...

No importa la luz de fuera, cuando se puede avivar la propia.

Espero que todos estéis llevando el verano de la mejor forma posible: los que sufrís el calor, que encontréis un rincón fresco donde refugiaros, y los que sois como yo (no me afecta la temperatura), que lo estéis disfrutando al máximo. Como os conté en la entrada anterior, además del 27 de junio —una fecha especial para mí—, viví el apagón como otro regalo inesperado de la vida. Durante esas horas sin electricidad, me permití soñar despierta con un mundo distinto. Imaginé calles donde, al caminar, nos mirásemos a los ojos; pasos de peatones cruzados con la atención puesta en los coches y no en el dispositivo digital. En el ascensor sin móvil. Reuniones de amigos sin pantallas de por medio. Discotecas con la gente bailando y no chateando. Conciertos con un público entregado a la música y no a grabar videos interminables. Lecturas sin distracciones, películas sin notificaciones, conversaciones sin filtros y vidas sin  editar. Un tiempo sin buscar aprobación ajena, compartiendo cara a...

Días de Luna Nueva. La estrella eres tú.

Antes de nada, mil disculpas por haber estado tan desconectada. La verdad es que me está costando sentarme a escribir… pero estamos en mis días mágicos del año, y si no retomo el blog ahora, ¿cuándo? A menos, claro, que la vida me regale otro apagón inesperado, se lo contaré en mi próxima entrada. Esta semana es especial para mí, y hoy en particular. Hace apenas unos días celebramos el solsticio de verano, ese momento en que el hemisferio norte está más inclinado hacia el Sol y los días alcanzan su máxima luz. En mi tierra, hubo casi 15 horas de sol — ¡guau! — y yo, como cada año, me sentí conectada a esa energía vibrante. Aprovecho para mandar un abrazo enorme a quienes han celebrado su santo este mes: San Antonio, San Luis, San Juan, San Pedro, San Pablo… ¡Espero que lo hayan disfrutado! Recuerdo que el año pasado, por estas fechas, hablaba de aquella gran luna llena que iluminaba nuestras noches. Este año, en cambio, la luna nueva nos ha permitido ver las estrellas brillar con toda ...

Bajo la Luna del Lobo nuevos comienzos.

La primera luna llena del año brilla majestuosa en la constelación de Cáncer. Conocida como la Luna del Lobo , un nombre que proviene de los nativos americanos, quienes escuchaban los aullidos de las manadas en las frías noches de invierno. Este fenómeno, cargado de misticismo, me lleva a reflexionar sobre los nuevos comienzos. Enero siempre me ha parecido un tiempo de reinicio, le llamo “el mes de los propósitos”. Es como un folio en blanco donde dibujamos nuestros deseos y metas, esos sueños que a veces dejamos en pausa pero que en este mes parecen más cercanos y alcanzables. En mi casa decimos que  "hay que coger el toro por los cuernos". Para ello, es clave identificar nuestros objetivos, visualizarlos con claridad y llenarnos de constancia para enfrentarnos a los inevitables obstáculos. Este año, mis metas son ambiciosas. Lo sé, porque a menudo las siento casi abrumadoras, pero no quiero que eso afecte a mi ánimo. La persistencia será mi aliada, y cuando la motivación m...