Admiro a quienes iluminan vidas: vocación y compromiso.

Lo cierto es que mi estado de ánimo no se encuentra en su punto más alto y el viento no es mi mejor aliado, aunque de él he aprendido que el árbol más rígido es, paradójicamente, el más frágil. En este día, marcado por la ventisca, encuentro belleza en la conjunción de los números: 24-2-24, así como en la luna de Nieve, la naturaleza nos regala la última luna llena del invierno, un celestial broche antes de dar paso a la recién estrenada primavera en el próximo plenilunio. La combinación de estos elementos ha creado un momento propicio para compartir reflexiones que brotan en mi interior.

En estos días, he tenido la ocasión de reunirme con el coordinador de una fundación comprometida con la atención de las necesidades de personas vulnerables o en dificultad social. Tras nuestra conversación, he pensado sobre la destacada labor de los trabajadores abocados a enfrentar desafíos diarios; profesionales como médicos, enfermeros, celadores, psicólogos, terapeutas, trabajadores y educadores sociales, fisioterapeutas, personal correccional, personal de rescate, bomberos, corresponsales de guerra y consejeros de adicciones, entre otros.

Estas personas, que se enfrentan a diario a situaciones desafiantes en entornos específicos como hospitales, centros de salud, centros ocupacionales, centros de menores, centros de cuidados paliativos o prisiones, son solo algunos ejemplos de profesiones que desempeñan un papel crucial en el abordaje de problemas complejos y en la mejora de la vida de aquellos que atraviesan situaciones difíciles.

Quiero expresar mi sincera admiración hacia estos profesionales, consciente de que, en muchas ocasiones, enfrentan vivencias impactantes que les dificultan conciliar el sueño. Su compromiso y dedicación no solo son notables, sino que contribuyen de manera significativa, extendiendo su ayuda tanto a aquellos que atraviesan situaciones críticas como a quienes, aunque no lo necesiten tan desesperadamente, también se benefician de su incansable labor, creando así un impacto positivo y abarcador en diversas vidas.

Asimismo, animo a aquellos que no sientan verdadera vocación por el trabajo que desempeñan a reconsiderar su elección, ya que de alguna manera pueden afectar e infectar su entorno, agriando los días tanto a sus compañeros de trabajo como a quienes dependen de recibir un servicio que va más allá de la mera obligación. En línea con la búsqueda del bienestar propio y el de los demás.           

Cuando el trabajo y la vocación se separan, es frecuente llenarse los bolsillos a costa de vaciar almas.

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