25/7/25: Agenda vacía. Luna sonriente.
Siento una profunda liberación desde que decidí aplicar “Contactos Cero” —una forma de cortar vínculos que drenan o ya no aportan—. Como saben, no tengo redes sociales —ni las echo de menos—, lo cual no ayuda si quiero dar un mensaje al mundo. Así que mi única conexión “material” es la agenda del móvil.
Curiosamente, cuanto menos (por no decir nada) en línea estoy, más conectada me siento conmigo misma y, paradójicamente, con lo que me rodea: la naturaleza (animales, plantas...) y con las personas, de una forma más sutil. A veces tengo la sensación de saber cuándo alguien va a llamarme, o incluso creo escuchar el teléfono antes de que suene. Me despierto a la hora sin necesidad de alarma… Y aunque no sepa explicarlo con exactitud, es una experiencia que reconozco y avalo desde mi vida cotidiana.
Notaba que mi “mochila” pesaba más de la cuenta, y que ese peso no me correspondía. Y un buen día, inspirada y decidida, formateé el móvil. Sin rabia ni drama. Solo paz, y a empezar desde cero. Sin archivos mentales que me ataran a lo que ya fue. Siendo honesta, no me importa lo que quedó atrás. Agenda vacía, alma llena.
Cuando me permito este tipo de limpiezas, sé que quien me eche en falta, aparecerá. Y que, para que algo nuevo llegue, hay que dejar espacio. Aunque, con el tiempo, he comprobado que muchas veces no aparece nadie, salvo alguna felicitación reenviada por Navidad, Año Nuevo… El silencio dice más que mil palabras. Entonces me pregunto: ¿quiero realmente a esas personas en mi agenda si no están en mi vida?
Quienes me conocen saben que me entrego de corazón en mis relaciones. Estoy cuando se me necesita, sin excusas ni rodeos. No soy amiga de los “es que…” y evito decir “pero”. Creo en la honestidad, en la presencia y en el cuidado mutuo. Aunque esto último —el equilibrio— es algo que sigo aprendiendo.
Sé que todos lidiamos con tiempos y procesos distintos. Simplemente, sin culpa, me elijo a mí. Reconozco que, a menudo, me excedo en dar o en sostener vínculos yo sola, sin dejar que la otra parte se haga cargo. Como si por dar más pudiera compensar lo que no me dan. Además, muchas de estas personas ya no están en mi vibración, y mantener esas relaciones me aleja de mi Ser. Sobre esto —la vibración y cómo nos afecta— les daré mi opinión en la próxima entrada.
Hace años que se borrasen todos mis contactos habría sido un caos mental, pensando que estaba perdiendo la pista de tanta gente que quiero. Ahora, en cambio, soy yo quien decide liberar la agenda, y lo vivo con otra mirada: como un acto de libertad. Una forma de elegir el presente sin tener el eco del pasado.
Es como contaba en la entrada anterior, la de La cara de la luna: lo que vemos fuera está inevitablemente teñido por lo que llevamos dentro.
He mantenido lazos, apegos... por costumbre, por miedo, por no querer herir. Y sin darme cuenta, todos esos gestos —que pasaban desapercibidos— también nublaban mi forma de mirar el mundo. Incluso la luna me parecía triste. Hoy, sin carga a cuestas, la veo sonreír.
Cuanto menos peso llevemos, más llano es el camino y libre nuestra mirada.
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