La cara de la luna.
Anoche, mientras paseaba con mi perrico que tanto quiero —y como acostumbro mirando la luna— recordé algo que me dijo un día mi querida amiga Vero:
“Cuando la luna está llena se le puede ver una cara… y nadie ve la misma. Yo la veo feliz, ¿y tú?"
Me gusta encontrar sentido a lo que no entiendo, así que investigué y comprobé que mi amiga tenía razón: es una ilusión óptica causada por las manchas claras y oscuras de la superficie lunar, que nuestro cerebro interpreta como rasgos faciales. Lo curioso es que cada uno ve una cara distinta.
Yo, por ejemplo, durante mucho tiempo no veía nada o veía una cara triste. Algunas noches, hablando con Vero, le decía:
“Hoy la luna tiene una cara amarga”.
Y ella me respondía:
“Pues la mía está alegre”.
Les cuento esto porque, aunque mirábamos la misma luna (en el mismo momento) veíamos cosas diferentes. Así es la realidad: un reflejo de lo que cada uno lleva dentro.
Hoy puedo decir que, después de mucho trabajo personal, hace tiempo que veo sonrisas en esa cara lunar. Formas que me recuerdan que, poco a poco, voy recogiendo el fruto de lo sembrado. Aún me queda camino, claro… pero algo dentro de mí ha cambiado.
Hoy es día 11, un número maestro en la numerología cabalística: se asocia con la intuición espiritual, la revelación y la conexión con lo divino. En el misticismo judío más esotérico, simboliza tanto el potencial para trascender como el peligro de perder el equilibrio.
Además de ser la primera luna llena del verano — Luna del Ciervo — y día 11, es el cumpleaños de mi tito José Ángel, a quien felicito, le deseo una feliz vida y le estoy enormemente agradecida. Curiosamente, sin tener siquiera su número de teléfono, no dudo de que puedo contar con él para lo que haga falta, y sé que tengo un lugar en su vida.
Es una persona buena y sincera que, sin darse cuenta, aporta equilibrio a parte de mi familia. A veces, se necesita que alguien venga “de fuera” para que nos ayude a ver aquello que — por estar inmersos — no logramos, no queremos o no podemos percibir por nosotros mismos. Como sucede con la cara de la luna: cada uno mira desde su historia, sus heridas, sus costumbres y su propia luz.
Nuestras experiencias, las cicatrices que llevamos, las tradiciones que seguimos y la voz interior que nos guía moldean cómo vemos el mundo y a los demás.
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