De luna a luna.

La última luna llena, la de septiembre, la pasé en la playa mirando el cielo. Posiblemente fue una de las mejores noches de mi 2025. No todo fluyó como agua de mayo: estar fuera de la zona de confort, de noche y en un lugar desconocido, también tiene sus contras. Aunque, si me han ido conociendo hasta aquí, saben que yo me quedo con la arena y no con la cal.

De hecho, durante mis vacaciones, el lugar donde me hospedaba se incendió. Mientras algunos se lamentaban —y lo entiendo—, yo lo interpreté como una señal para cambiar de rumbo. Pero no en ese mismo instante. No podía irme y dejar a mis compañeros de viaje a la intemperie. Pensé que era mejor “dormir” en la calle en equipo que cada uno por su cuenta.

En esos momentos se hace palpable quién piensa en el bien común y quién únicamente busca cubrir sus propias necesidades. Fue una representación viva del dar y recibir, del equilibrio —o de la herida de amor propio— que todos llevamos dentro.

De esa luna llena a esta, he estado con muchas personas de distintas costumbres, idiomas, culturas y religiones. En conversaciones, observando las vidas de unos y otros, entre propósitos y despropósitos.

Y también he visto a quienes, como decía en mi anterior entrada, “viajan sin moverse: hacen la foto, la suben a la red y regresan a la pantalla. O a quienes se acomodan tanto que dejan pasar su parada”.  Me sorprende que haya personas que no salgan de la habitación. 

En una conversación con alguien que no las tenía todas consigo —que carga con una mochila pesada en un camino angosto—, aprendí que la abundancia, y también el dinero, se atraen. No es cuestión de tener, sino de cómo nos comportamos con ellos. Si no circulan, si se acumulan sin propósito, se vuelven como el agua estancada.

Descubrí en él a una persona herida que, sin saberlo, atrae lo que aún no ha cicatrizado. Lo que sanamos, desaparece y no vuelve. Aunque claro, ¿cómo decirle a alguien que apenas acabas de conocer que su teoría sobre la abundancia es justo lo que debería aplicar en su vida?

Hoy es la primera luna llena del otoño. Se la conoce como “Luna de la cosecha”. Ya les conté en la entrada del 18 de septiembre de 2024, que recibe ese nombre porque, en el hemisferio norte, prolongaba las horas de luz que los agricultores aprovechaban para recoger las cosechas antes del invierno.

De luna en luna he vuelto con la certeza de que necesitamos raíces y alas: 
un lugar donde regresar y la serenidad para estar donde la vida nos lleva.

He comprendido que, 
cuando obramos desde el bien, las cosas terminan por alinearse; 
si actuamos con coherencia, el universo responde con equilibrio; 
vivir en el amor y el perdón todo lo puede;
juzgar no cambia nada, solo nos separa;
debemos soltar lo que pesa y cuidar lo que nos da paz.
Que hay una fuerza invisible que nos guía, y que la intuición es su voz, susurrándonos el camino. 

 Todo tiene su momento, incluso nosotros.
No se trata de controlar sino de confiar.

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