¡24-6-24! A celebrar y que “nos quiten lo bailao”.

    Me gusta la película de "Coco" porque invita a recordar a nuestros fallecidos. Hoy cumpliría años mi abuela y, por eso, he comido con mi tía y cenado con mi padre (sus hijos), brindando y celebrando, tal y como a ella le gustaría vernos, sin lamentaciones.

    Felicidades a mi abuela y a todos los Juanes y Juanas, especialmente a Juan, un compañero al que doy clase de Pilates en la ONCE. Tengo un maravilloso grupo con discapacidad visual, del que aprendo algo nuevo cada día en nuestra hora de ejercicio físico, incluso tenemos a una campeona europea y de España (durante seis años) de tiro con carabina para ciegos y a un talentoso músico que canta de maravilla.

    Recuerdo la primera vez que Juan montó en mi coche. Supo guiarme de manera excepcional hasta su pueblo, identificando nuestra ubicación por las vibraciones y la forma de la carretera. Sabía dónde estaban las próximas curvas y rectas con asombrosa precisión. Fue increíble cómo su percepción y memoria podían sustituir la vista, llevándome con exactitud a nuestro destino.

    Estaba de mudanza y me ofrecí a ayudarle. Lo que parecía una simple ayuda se convirtió en uno de los momentos más enriquecedores de mi vida. Sentí que era el discípulo y tenía al maestro a mi lado, en el momento ideal porque el profesor apareció cuando el alumno ya estaba preparado. Lecciones de vida: una persona ciega manejándose a la perfección en una casa con escaleras, subiendo cajas y organizando. Toca la guitarra, es quiromasajista, joven, muy leído e instruido. Me mostró una mesa y estanterías que él mismo construyó, demostrando su habilidad en bricolaje que no se diferencia en absoluto a la de una persona que ve.

    Como mencioné en la entrada anterior, Juan es uno de esos seres que la vida nos pone en el camino para que quienes hemos dejado de creer en las personas, volvamos a hacerlo. Él y su hermano son ciegos, y su encantadora madre no ve mucho. Es una madre coraje que con el optimismo que la caracteriza, dice que en su casa hay seis ojos y solo uno funciona a medias. No ven pero siente e irradian una luz espectacular. Son inteligentes, dicharacheros, con buenos y variados temas de conversación, educados y divertidos. Nadie imagina lo afortunada y agradecida que me siento de conocer a personas como ellos que iluminan mi vida.

    Con este grupo, he aprendido a parar y reír. Suelo ser muy disciplinada en mis clases, pero con ellos siempre hay espacio para miniconversaciones, chistes y risas, además de sudar y lograr nuestro objetivo. También nos gusta ir de aperitivo.

    De igual manera, quiero felicitar con especial cariño a Juana, compañera de yoga. Ella y su marido Salvador daban vida a mis clases. Personas extraordinarias que, aunque lleguen a nuestras vidas por un tiempo, dejan una huella que perdura para siempre, incluso si no volvemos a saber de ellos.

Gracias a los que hacéis de mis días pura magia, como lo fue la noche de ayer. 

    Anoche, muchos lugares encendieron sus hogueras, participando en un ritual de purificación y petición de deseos. Según la tradición, el fuego ahuyenta a los malos espíritus y purifica el alma. La mágica noche de San Juan está ligada a una tradición milenaria de encender hogueras durante el solsticio de verano. Como muchas festividades antiguas, la llegada del cristianismo cambió el motivo de esta celebración pagana, que rendía culto al sol, y comenzó a conmemorar el nacimiento de San Juan Bautista.

    Hogueras, saltos, reuniones de amigos, noches de arena y playa, lanzar a las llamas los malos recuerdos en forma de papel, escribir deseos y arrojarlos al fuego, saltar la hoguera para alejar los malos espíritus y atraer la buena fortuna, y quemar objetos personales que representan malas experiencias son algunas de las tradiciones típicas de la noche.

Adiós al pasado y bienvenida la llegada de un nuevo verano.



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