Controlar el diálogo moldea el destino.

   A menudo subestimamos el impacto que generan los pensamientos y las palabras en nuestra salud mental. Nos encontramos en un constante flujo de pensamientos, algunos de los cuales alimentamos inadvertidamente, sin comprender cómo afectan a nuestro bienestar.
Cada palabra que pronunciamos y pensamiento que cultivamos emite una frecuencia propia, capaz de influir en la química de nuestro cerebro y cuerpo. Sumergirnos en pensamientos de baja frecuencia activa nuestro sistema de alerta, desencadenando respuestas de estrés y tensión innecesarias. El cerebro reconoce palabras que anuncian peligro y cuando aparecen tiene que protegerse.
Si nos encontramos atrapados en un ciclo de negatividad, es esencial interrumpir la actividad de la amígdala para desactivar la respuesta de lucha o escape. Estrategias simples pero poderosas, como usar palabras amables, visualizar cosas positivas y recordar momentos felices, pueden cambiar no solo nuestro estado mental inmediato, sino también la forma en que nuestro cerebro procesa la información a largo plazo.
El cerebro no distingue entre la imaginación y la realidad; trata los pensamientos, la imaginación y las fantasías como percepciones reales. La recurrencia del estado de negatividad o preocupación lleva al cerebro a crear circuitos cerrados que mantienen nuestra atención atrapada.
Sin embargo, la buena noticia es que podemos entrenar nuestra mente para cambiar estos patrones arraigados. Tomar conciencia de nuestros pensamientos y palabras es fundamental, reconociendo su poder para alterar nuestro estado mental y emocional.
El estrés en sí mismo no es un inconveniente ya que es una respuesta biológica natural. El verdadero problema radica en anticipar amenazas y peligros, lo que nos sumerge en la ansiedad y nos mantiene en un estado de alerta constante, incluso cuando no hay una amenaza real.
Cada pensamiento y palabra que elija tiene el poder de moldear su realidad. Cultive la atención plena sobre su diálogo interno y observa cómo su vida se transforma.

Cuando somos conscientes de nuestras palabras nos damos cuenta de que no vemos el mundo tal y como es, sino tal y como hablamos”.
Jordi Garcia Soler.

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