Los hábitos nuevos sustituyen a los viejos.

    Cuando hablamos de hábitos, nos referimos a cómo nuestro sistema nervioso aprende a través de la repetición. Imagine su cerebro como un mapa lleno de caminos, donde cada acción repetida traza un sendero más profundo y definido. El cerebro, entre todas las opciones disponibles, tiende a elegir la que ha sido utilizada con mayor frecuencia, la que más se ha repetido.

    Intentar inhibir un comportamiento a menudo lo refuerza; el cerebro no olvida, pero sustituye. Entonces ¿cómo podemos cambiar una costumbre? sustituyéndola por otra desde el propósito. Los hábitos nuevos tienen el poder de reemplazar a los viejos.

    Crear nuevas rutinas puede resultar difícil, ya que no manejamos la fricción límbica de la misma manera. Este término, acuñado por Andrew Huberman, se refiere a la respuesta emocional que surge al intentar adoptar un nuevo comportamiento. Cuando nos sentimos agitados o apáticos, es difícil comprometernos con un nuevo proceder. En estos estados, tanto de alerta como de fatiga, necesitamos una gran cantidad de energía para superar esa fricción, especialmente en las etapas iniciales de formación de un nuevo hábito, donde esta resistencia es particularmente fuerte.

    Para minimizar la fricción límbica y facilitar la realización de nuevas acciones, es fundamental automatizarlas, aunque requiera un esfuerzo considerable. Hay que empezar y no abandonar. La práctica constante convierte acciones en hábitos arraigados, reduciendo la resistencia emocional y ayudándonos a avanzar hacia nuestros objetivos.

    El cerebro con el que nacemos no nos determina por completo, podemos modificarlo con próposito e intención. Como lo expresó Ramón y Cajal, "todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro". 

    Según la teoría de las expectativas, nuestras acciones están motivadas por lo que anticipamos que sucederá, es decir, estamos motivados a actuar de una forma determinada en función de lo que esperamos que ocurra. Aunque se ha afirmado que se tardan 21 días en formar un hábito, pienso que depende en gran medida de la intensidad de la emoción que acompaña a la decisión de empezar actuar. Comprender cómo nuestras expectativas y emociones influyen en la formación de hábitos es clave para iniciar y mantener cambios positivos.

    Le invito a experimentar con las recomendaciones que comparto en este camino hacia el bienestar. Comience incorporando hábitos saludables en su vida diaria, como mejorar su alimentación, realizar ejercicio físico, reducir la exposición a la luz artificial por la noche y establecer una hora regular para dormir, así como practicar la respiración consciente. Estas acciones simples pueden tener un impacto significativo en su salud y calidad de vida. ¡Empiece hoy mismo a forjar sus nuevos hábitos!

    Enfoque su mente en lo que logrará, no en lo que deja atrás. No permita que las excusas lo detengan, involúcrese y comience ahora.

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