Refrescos: Más allá de los sabores.

Dentro de la amplia variedad de refrescos disponibles, destacan aquellos con sabores clásicos: cola, naranja y limón, junto con opciones más especializadas como las tónicas, las versiones de dieta, los batidos, el café o té frío, las bebidas energizantes y las isotónicas.

En líneas generales, los refrescos además de contener cantidades industriales de azúcar, también poseen ingredientes acidificantes que son perjudiciales. Por ejemplo, en una lata de té frío, es probable encontrar tanto ácido cítrico como ácido fosfórico, mientras que en las bebidas carbonatadas y efervescentes suele resaltar la presencia de ácido carbónico. Ya sabemos que las bebidas con burbujas, en su mayoría, contienen ácido carbónico.

El simple experimento de introducir un hueso o un tornillo en un refresco de cola y observar cómo desaparece en cuestión de semanas, resalta el potencial impacto corrosivo de estas bebidas. Fenómeno que nos lleva a preguntarnos sobre los efectos que pueden causar en nuestros tejidos internos.

Las bebidas con gas crean un ambiente altamente ácido en la boca, lo que hace que los dientes sean más propensos a sufrir caries dentales. El calcio es extraído de nuestros huesos por estos ácidos, dejándolos porosos. El ácido fosfórico, presente comúnmente en los refrescos, afecta al calcio de los huesos, aumentando su deterioro. En otras palabras, cuanto mayor sea la presencia de fósforo, mayores serán las pérdidas de calcio, lo que conlleva a la debilitación de los huesos.

En cuanto a los refrescos de dieta, suelen ser endulzados con edulcorantes artificiales e igualmente contienen ácidos. Han ganado popularidad gracias a su atractivo mensaje de cero calorías y azúcares, que no menciona que los ácidos presentes en estos productos desencadenan la degradación del oxígeno, interfiriendo con la combustión y dificultando la quema de grasas.

Por su parte, el mercado de las bebidas energéticas ha crecido de manera espectacular, especialmente entre adolescentes y jóvenes. Se comercializan como potenciadores de la energía, pero no existe evidencia científica que respalde la idea de que la taurina, la glucuronolactona o la L-carnitina presentes en las bebidas energéticas mejoren el rendimiento mental o físico. Estas afirmaciones forman parte de estrategias de marketing. Recuerde ¡no se deje engañar por la publicidad!

La cafeína es la sustancia psicoactiva más consumida en la sociedad y su ingestión excesiva puede provocar trastornos del sueño como insomnio, generar estados de irritabilidad, nerviosismo, ansiedad y dificultades para concentrarse o retener información. Combinada con otros ingredientes estimulantes que contienen las bebidas energéticas, pueden incrementar la presión arterial, aumentando el riesgo de sufrir un infarto cardiaco o cerebral (ictus), así como provocar la prolongación del intervalo QT, lo que significa que el corazón late de manera anómala.Principio del formulario

Nuestro sistema cardiovascular es el principal afectado. El consumo regular de refrescos, sean versiones de dieta (light y Zero) o convencionales, especialmente los que contienen altos niveles de azúcares añadidos, agravan la diabetes, la obesidad, los problemas de corazón, el cáncer, la osteoporosis, la formación de piedras en los riñones y la inflamación.

¡Ojo! La mezcla con alcohol es arriesgada, al mezclar un estimulante como la cafeína con un depresor como el alcohol estamos enviando mensajes contradictorios al sistema nervioso.Principio del formulario

Conclusión, el riesgo de consumir muchos refrescos supera con creces a los beneficios. No contienen ningún tipo de nutriente esencial, lo único que aportan son cantidades excesivas de azúcar y calorías innecesarias. Para satisfacer la sed y mantener una buena hidratación, el agua es lo más saludable y recomendado.

Sin agua no hay vida. No se aprecia su valor hasta que se seca el pozo. 

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