25-11-25.
Entre hojas y flores marchitas, reflexiono sobre cuánto nos aferramos a los momentos impuestos para recordar lo que realmente importa. Nos apoyamos en los calendarios para cumplir con lo que la sociedad considera “obligatorio”. Y sin embargo, la vida transcurre cada día, silenciosa y fugaz, mientras nosotros esperamos la hora prevista para hacer aquello que podríamos haber hecho hace tiempo. He ido al cementerio y, apenas un mes después del Día de Todos los Santos, pocos se han acordado de recoger las flores que pusieron que ya están secas o las macetas que no han regado y han acabado por morir. Como suele ocurrir, seguimos la ruta que la sociedad nos marca: señalan una fecha, cumplimos con ella… y luego nos olvidamos. Me pregunto por qué acudimos al cementerio solo ese día, como si una visita al año pudiera sostener recuerdos o un vínculo que fue importante. ¿Hay algo de falsedad —o quizá de autoengaño— en esa rutina? Preparar la lápida unos días antes, poner flores y no volver h...